Fue la ilusión de muchos bormujeros. Situado en la "plaza del cañón", con un gran portalón y otra puerta pequeña que era la entrada al local. Tenía el suelo sin pavimentar, el techo alto con grandes vigas que cuando llovía hacía que hubiera innumerables goteras que, sin grandes sacrificios, aguantábamos estoicamente, pues era tanta la ilusión que nos suponía ver la película de turno que, aunque la sala era deficiente allá por los años cincuenta y sesenta, a nosotros nos parecía el Palacio Central.
Los fines de semana solía haber dos sesiones: la de las siete y la de las nueve. La película se anunciaba en unos cartelitos en blanco y negro, que antes del comienzo de la misma, unos chiquillos solían pasear por el pueblo. Las calles aledañas al cine se veían concurridísimas de gente impaciente esperando que terminara la primera para entrar en la segunda. Los títulos de películas de aquel entonces eran: "Joselito,el pequeño ruiseñor", "El niño de las monjas", "Un caballero andaluz"
con Carmen Sevilla y Jorge Mistral, "Locura de amor" con Fernando Rey y Aurora Bautista, etc...
Pero la cinta que levantó verdadera polémica por la censura eclesiástica fue "Arroz Amargo", interpretada por Silvana Mangano. ¡Qué bella con sus espectaculares muslos fuera! Fue el clamor de los muchos machistas que acudíamos en masa a ver la película que nos incitaba a pecar en el sexto mandamiento con el consiguiente gran disgusto de Don Aníbal que era el padre espiritual de aquellos felices años. Los más castos solían decir que la película no se llamaba"Arroz Amargo", sino "Arroz con muslos", en tono despectivo.
Siguiendo la descripción del cine, les diré que había tres descansos en los que se encendían las luces y era entonces cuando a los más jóvenes nos hacía todavía más ilusión levantarnos de nuestras sillas de eneas para ir al ambigú o lo que fuera.
Y allí estaba el bueno de "Manué"con su gorra visera y les pedíamos un real de avellana, un real de pipas,uno de "chochos", altramuces y una latita de garbancitos. Total: una peseta rubia de aquel entonces.
En ese entreacto de la película dábamos el vistazo a nuestras pretendientas, vacilando con nuestras mejores ropas, pues en la iglesia los domingos y en nuestro querido cine era donde podíamos lucirnos con más éxito. Mientras esto sucedía la gramola ponía su música de fondo. ¡Cómo recuerdo oír a Sara Montiel cantando "La Violetera"!, a Enrique Montoya "Esperanza por Dios" o a Gracia Montes "Temporal, temporal, que nos mata el temporal!"
Pero se fue la ilusión. El cine de la "Plaza del Cañón" se apagó y quedaron silenciosas y solas sus calles. La dulce gramola dejó de oírse y con ello se marchó aquella juventud ilusionada. Siempre me quedarán aquellos bellos recuerdos y aunque hoy hay espléndidas salas de cine yo recordaré con melancolía el viejo pero entrañable "CINE DE MANUÉ".
CUANDO RECORDAR NO PUEDAS,
¿DÓNDE TU RECUERDO IRÁ?,
QUE UNA COSA ES EL RECUERDO
Y OTRA COSA ES RECORDAR.
Los fines de semana solía haber dos sesiones: la de las siete y la de las nueve. La película se anunciaba en unos cartelitos en blanco y negro, que antes del comienzo de la misma, unos chiquillos solían pasear por el pueblo. Las calles aledañas al cine se veían concurridísimas de gente impaciente esperando que terminara la primera para entrar en la segunda. Los títulos de películas de aquel entonces eran: "Joselito,el pequeño ruiseñor", "El niño de las monjas", "Un caballero andaluz"
con Carmen Sevilla y Jorge Mistral, "Locura de amor" con Fernando Rey y Aurora Bautista, etc...
Pero la cinta que levantó verdadera polémica por la censura eclesiástica fue "Arroz Amargo", interpretada por Silvana Mangano. ¡Qué bella con sus espectaculares muslos fuera! Fue el clamor de los muchos machistas que acudíamos en masa a ver la película que nos incitaba a pecar en el sexto mandamiento con el consiguiente gran disgusto de Don Aníbal que era el padre espiritual de aquellos felices años. Los más castos solían decir que la película no se llamaba"Arroz Amargo", sino "Arroz con muslos", en tono despectivo.
Siguiendo la descripción del cine, les diré que había tres descansos en los que se encendían las luces y era entonces cuando a los más jóvenes nos hacía todavía más ilusión levantarnos de nuestras sillas de eneas para ir al ambigú o lo que fuera.
Y allí estaba el bueno de "Manué"con su gorra visera y les pedíamos un real de avellana, un real de pipas,uno de "chochos", altramuces y una latita de garbancitos. Total: una peseta rubia de aquel entonces.
En ese entreacto de la película dábamos el vistazo a nuestras pretendientas, vacilando con nuestras mejores ropas, pues en la iglesia los domingos y en nuestro querido cine era donde podíamos lucirnos con más éxito. Mientras esto sucedía la gramola ponía su música de fondo. ¡Cómo recuerdo oír a Sara Montiel cantando "La Violetera"!, a Enrique Montoya "Esperanza por Dios" o a Gracia Montes "Temporal, temporal, que nos mata el temporal!"
Pero se fue la ilusión. El cine de la "Plaza del Cañón" se apagó y quedaron silenciosas y solas sus calles. La dulce gramola dejó de oírse y con ello se marchó aquella juventud ilusionada. Siempre me quedarán aquellos bellos recuerdos y aunque hoy hay espléndidas salas de cine yo recordaré con melancolía el viejo pero entrañable "CINE DE MANUÉ".
CUANDO RECORDAR NO PUEDAS,
¿DÓNDE TU RECUERDO IRÁ?,
QUE UNA COSA ES EL RECUERDO
Y OTRA COSA ES RECORDAR.